Ha sido un largo camino desde que tomé mi guitarra hace muchos años y escribí mi primer acorde. Solo, en mi habitación sombría, sin dinero, sin novia, sin muchos amigos. Eran tiempos de vinilo, con la voz de John Fogerty en mi cabeza. Tiempos cuando The Eagles eran una banda sonora de una vida, y Bruce Springsteen estaba luchando por demostrar que era el mejor entre los mejores. Un largo camino de lágrimas y amaneceres polvorientos. Muchos inviernos y mucha lluvia. Muchas carreteras y soledad. Devorando libros sobre filosofía, budismo y enseñanzas espirituales, intentando entender el mundo que me rodeaba.
Soy más adulto de lo que me gustaría. Los días para hacer locuras ahora han quedado muy lejos. Y algunos de mis mejores momentos se desvanecen con la niebla de los días. Lo tuve en mis manos demasiadas veces hasta que desapareció entre mis dedos. Perdí a esa chica, a ese trabajo, a esa aceleración en la carretera de la vida en el peor momento. Difícil de recordar y orgulloso de cargar con ello.
Pero sabía que tenía mi voz y mis dedos para tocar la cuerda. Tenía mi fe, mi propio Dios personal y un poderoso león dormido dentro de mí que esperaba el momento de rugir y patearle el trasero a mis propios demonios.
¡Esto es así. No soy cantante! Creo que soy otra cosa. Porque cada acto de mi vida y cada nota de mi música van unidas a la fe de poder construir una sociedad ética y amable.
Demasiadas veces nuestra gente se ha perdido, escuchando el acorde egoísta de los avariciosos. Pero este es el momento de devolverle a los nuestros la voz que les pertenece en sus calles. El momento en que el león se despierta y su rugido dice; ¡Estamos aquí! No tarde, no pronto. ¡Justo ahora!
Y nadie nos impedirá tocar nuestro propio acorde, bailar nuestra propia canción y cantar nuestra propia historia. ¡Y le mostraremos a algunos de esos malditos arrogantes que finalmente despertamos nuestro propio león. ¡El rugido de los humildes!
Soy Ian Lints; y soy un creyente.
Soy más adulto de lo que me gustaría. Los días para hacer locuras ahora han quedado muy lejos. Y algunos de mis mejores momentos se desvanecen con la niebla de los días. Lo tuve en mis manos demasiadas veces hasta que desapareció entre mis dedos. Perdí a esa chica, a ese trabajo, a esa aceleración en la carretera de la vida en el peor momento. Difícil de recordar y orgulloso de cargar con ello.
Pero sabía que tenía mi voz y mis dedos para tocar la cuerda. Tenía mi fe, mi propio Dios personal y un poderoso león dormido dentro de mí que esperaba el momento de rugir y patearle el trasero a mis propios demonios.
¡Esto es así. No soy cantante! Creo que soy otra cosa. Porque cada acto de mi vida y cada nota de mi música van unidas a la fe de poder construir una sociedad ética y amable.
Demasiadas veces nuestra gente se ha perdido, escuchando el acorde egoísta de los avariciosos. Pero este es el momento de devolverle a los nuestros la voz que les pertenece en sus calles. El momento en que el león se despierta y su rugido dice; ¡Estamos aquí! No tarde, no pronto. ¡Justo ahora!
Y nadie nos impedirá tocar nuestro propio acorde, bailar nuestra propia canción y cantar nuestra propia historia. ¡Y le mostraremos a algunos de esos malditos arrogantes que finalmente despertamos nuestro propio león. ¡El rugido de los humildes!
Soy Ian Lints; y soy un creyente.